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Caminos de una profesión retomados en clave poética
Miguel Candileri es arquitecto de profesión y artista autodidacta.
Si
bien esto es un dato del orden de lo biográfico –que en principio no da
cuenta de un hacer- nos permite crear un horizonte desde el cual pensar
una producción en donde el relevante estético destaca el tratamiento de
los materiales.
Alli
donde el diseño oculta los mecanismos de producción para lograr un
producto finamente terminado, Candileri nos propone en otro espacio
un ámbito de búsquedas expresivas donde el objeto producido deja ver las
huellas de su construcción.
La
línea, los planos, las texturas, el color juegan a construir otras arquitecturas que aluden a otras
realidades.
Los
elementos plásticos –tanto en la bidimensión como en la tridimensión-
dialogan armónicamente con la materia logrando una estética de lo
imprescindible, un registro de signos y huellas que desvían nuestra
mirada –culturalmente formada hacia la búsqueda de referentes
reconocibles- hacia lugares y espacios que es necesario reconstruir...
A
la exhuberancia y a la desmesura, Candileri opone una vuelta a lo
primigenio, a ciertas esencialidades que es necesario reponer. A una
economía de la abundancia, una economía conceptual.
Sus
piezas son como fragmentos encontrados de una civilización que ya no
existe.
José
Luis Volpogni
Licenciado en Artes Visuales
Periódico Universitario “El
Paraninfo”Junio 2004
LA
COHERENCIA ENTRE LA PROFESIÓN Y EL ARTE
Conocimos a Candileri cuando llego al Diario acompañando al artista catalán
Josep Niebla.
Al tiempo apareció con su carpeta de trabajos. Eran obras raras,
curiosas, de una marcada sensación constructivista, aunque en algunas
latiera el desmaño del informalismo. Nos intereso vivamente el conjunto,
sobre todo al enterarnos que era un arquitecto que admitía vivir de su
profesión, una especie de fenómeno, en líneas generales, para nuestro
medio.
Ir volteando las hojas del álbum nos produjo una sensación de
reencuentro. Un mínimo detalle de arquitectura vieja se asoma en ciertos
casos en las obras, en otras las asperezas del yeso, del cemento, más los
empastes del óleo, también hacen referencias a muros, a superficies
destinadas al hombre. Las series, así cambien de nombre, continúan con
su fidelidad hacia la concepción arquitectónica, y a su nobleza, hasta
en las técnicas mixtas de menor tamaño.
En un momento de la conversación Candileri repetirá palabra a palabra la
frase de Antoni Tàpies: " vivimos en un mundo sumergido en la técnica,
ahogados por la comodidad material egoísta, constantemente distraídos,
olvidándonos de nuestras raíces más elementales, casi de nuestros
instintos".
Al finalizar la tira le preguntamos el porqué de esos trazos libres,
sueltos en superficies que tienen la idea de un plan arquitectónico, que
producen la sensación de un proyecto inconcluso.
Asegura que no se debe a una actitud de rebeldía, porque " mi
profesión es una y mi creación artística otra". Es probable que el
hecho de ser arquitecto me haya dado un sentido más preciso de las
proporciones, del significado que puede tener una sola línea o una mínima
curva, pero lo que trato de poner en claro es la participación del hombre
en la conformación del hábitat donde le ha tocado en suerte vivir. En
las obras encuentro, no sólo, trozos de mampostería, sino que, cuando
uno comienza a evaluar las posibilidades de edificio va topándose con
elementos que parecen restos de un naufragio: la pata de una mesa, un
mosaico viejo, una chapa que informa sobre un oficio, en fin, esas señales
de una vida, y de muchas, que van estructurando una ciudad. Pero no lo
limito a la inclusión más o menos meditada de esos testimonios mudos,
trato de que ellos mismos encuentren su lugar dentro de las imágenes que
genero delante del material, de la tela o de la madera.
Tampoco estas series que he llamado "de la memoria de los muros"
son las únicas que me inspiran. Trabajo en la actualidad con material
fraguado sobre el cual las caligrafías y los sectores excavados o
rebajados y luego pintados creo que conquistan la alta categoría de la
escultura.
Candileri piensa en voz
alta: " quizás las mías sean antipinturas" y las que se arman
como collages sean pedazos de la realidad inerte que nos rodea y que
conserva nuestras huellas recortadas, que yo exalto. Puedo definir lo
visualizable, pero el significado final reside en un sentimiento profundo
que es intransferible.
Hemos hablado bastante de mi obra, usted la comprende, otros espectadores
también. Espero que todos perciban un mensaje vibrante en mi propuesta.
Recorremos las obras de Candileri. Por momentos nos evocan las de Klaus
Rinke, en otras las de Marcelo Bonevardi, por quien el artista tiene una
confesada admiración. También, en el encuadre, las construcciones de
Candileri tienen ese vacío puesto en valor por Marien Schouten, pero
mientras escribimos esto nos damos cuenta que las tangencialidades del
arte de estos años no son "parecidas sino necesidades". Hace
algún tiempo tratábamos de detectar los rastros de algún consagrado
detrás de cierto trabajo que realmente nos interesaba, lo hemos ido
dejando de hacer. Existe una, casi diríamos que lógica, en el
surgimiento de artistas que tienen en común ciertos detalles del lenguaje
expresivo. Es un fenómeno de nuestra época debido a los medios de
comunicación. ¿Que tiene en común nuestro Candileri con los creadores
que mencionamos de latitudes tan diferentes a la suya?. Nos contestamos
todo , porque salen de la matriz de nuestra era, que ya termina sin que
nos demos cuenta. Todos tienen en común el siglo XX y al hombre que lo
transita, por eso Candileri desde su taller de la calle Helguera puede ser
un hermano de concepción de nuestro compatriota Bonevardi, radicado en
Nueva York. Por eso Candileri ha merecido este comentario.
ALBINO DIEGUEZ VIDELA
Crítico de Arte Diario La Prensa de Bs.Aires
Miembro de la Asoc. Arg. De Críticos de Arte
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